miércoles, 13 de agosto de 2014

Esperar es de necios

Los días y las noches se volvieron interminablemente agotadores, decidió tomar sus cosas y partir, le dejó una carta en el espejo y se fue, con pasos lentos y con esperanza, se sentó en el café del frente, lo vio llegar, puso el teléfono enfrente suyo por si se le ocurría llamar y espero. Él entro en la casa y se dio cuenta de que estaba solo, vio la carta en el espejo y la leyó:

No volveré a escribirte, no volveré a dirigirme a ti como lo he hecho hasta ahora, parece que me enamoré de la ilusión y ahora necesito realidad, y la que tú me das no me agrada, no me haces sentir bien, y a pesar de que lo sabes nada has hecho porque eso cambie para bien, no sé si me duele tu desinterés, o que poco a poco ya no quiera estar contigo, no sé si es lo que buscabas al final, después de tanto no lo sé, no me arrepiento de haber abierto las puertas de mi mundo de par en par para ti pero me duele que no lo aprecies como esperaba, lo bueno se ha acabado hace tiempo y el mal rato es constante, todo el tiempo pedí que me comprendas y no lo has hecho, he encontrado eso en otro sitio sin ser nada sentimental, sin tener la necesidad u obligación de dar mis sentimientos y mi corazón, eso es amistad, pero nadie me dará las sonrisas que me dabas tú, a pesar de que te lo he pedido también. Me he agotado de esperarte, de que seas alguien que quiera estar a mi lado, te has vuelto aburrido, cotidiano y a veces cruel, no sé quién está perdiendo a quién pero sé que me duele y que seguramente me dolerá mucho más y ya no quiero más dolor, no sé si después de leer esto quieras correr detrás de mí y detenerme y demostrarme que no es así, que de verdad te importo, pero tampoco espero que lo hagas porque no quiero que me des el gusto, quiero que venga de ti, tan sincero como la primera vez que llegaste a verme a las 6am, quiero sentirme feliz de estar contigo, no cansada, no espero nada de eso de ti, porque nada bueno he recibido, te amo, duele y no te mereces ni mi amor ni mi dolor, has abusado de mí, he dejado que lo hagas, y sentirme así es lo peor que nos ha podido pasar.


Era la medianoche y ella seguía ahí, esperando una llamada o verlo salir; en cambio él, esperaba escuchar sus llaves y su regreso arrepentido. 


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